Recordando a Allen Steck
El pionero y figura de gran influencia en la escalada, Allen Steck, falleció la semana pasada a la edad de 96 años. Steck era conocido por las rutas que abrió en el valle de Yosemite, California, pero también por su primeros ascensos en todo el mundo, incluyendo la del cerro Hummingbird Ridge en el monte Logan (Canadá), ruta que aún no cuenta con repeticiones. Â
Además, Steck, fue cofundador y editor de la revista Ascent y la guÃa Fifty Classic Climbs of North America, en colaboración con Steve Roper. Más tarde fundó la tienda de equipamiento para actividades al aire libre Mountain Travel, una de las primeras en su clase en los Estados Unidos.
Era una persona generosa, a la que también se le distinguÃa por su buen humor. Sus amigos recuerdan con mucho cariño su compañÃa; comparten anécdotas que involucran música y bailes griegos, cenas y, por supuesto, escaladas juntos. Cuando se le preguntó qué consejo podÃa darles a las próximas generaciones en su visita a los archivos de Patagonia (2017), respondió: “para cualquier cosa que decidas hacer, estudia y aprende al respecto. Aprende todo lo que puedas en relación con esoâ€�.
Este extracto del libro , shared with his permission, captures some of Steck’s accomplishments and shows him as a young man, in his element.

Una de las primeras ascensiones de Steck: la jamás repetida ruta del Hummingbird Ridge, monte Logan, Canadá. Foto: Allen Steck

Esta fotografÃa microscópica muestra cristales de naftaleno y paradiclorobenceno, los materiales que se utilizan para crear las bolas de naftalina. La imagen se utilizó para la portada de la revista Ascent en 1974 y simboliza las montañas que Steck persiguió durante toda su vida. Foto: Edward Gelus

Imagen de Allen Steck descansando sobre un señalizador de 100 kilómetros, en Austria, mientras pedaleaba hacia las Dolomitas. 1949. Foto: Karl Lugmayer
Steck estaba acostumbrado a la escalada de alta complejidad. Al igual que muchos otros jóvenes en aquella época, inicio su carrera en la Sierra Nevada, recorriendo senderos y escalando cumbres rocosas. Luego estuvo una temporada en la marina, periodo en el cual recorrió el PacÃfico Sur en un buque destructor de escolta durante los últimos meses de la guerra. Tras ser dado de baja asistió a la Universidad de California en Berkeley y trabajó como guardia forestal en el valle de Yosemite en 1948. Pasó el verano subsiguiente recorriendo los Alpes en su bicicleta y escalando todo aquello donde se posaran sus ojos. Se convirtió en el primer estadounidense en escalar una de las “Seis grandes caras norte de los Alpesâ€� cuando junto a Karl Lugmayer ascendieron la Cima Grande, en las Dolomitas.

Karl Lugmayer liderando unos de los crux alrededor de una sección desplomada en el monte Civetta. Las Dolomitas. 1949. Foto: Allen Steck

Lugmayer en la cara noreste de la Preussturm, una de las torres del pico Kleine Zinne. Las Dolomitas. Foto: Allen Steckk
Steck no tenÃa una trayectoria tan destacada en los Estados Unidos. Para finales de 1949 habÃa realizado muchas de las rutas tradicionales en el valle de Yosemite y abierto una nueva ruta en Higher Spire, eso era todo. Sin embargo, 1950 estaba destinado a ser su año: en mayo, a sus 24 años, sabÃa que habÃa llegado su momento tras realizar la primera ascensión al impresionante pico de Castle Rock Spire en el Secuoia National Park. Él sabÃa que escalar solamente con sus amigos de la universidad no lo llevarÃa a ser exitoso; escaladores como Wilson y Bettler, activos y excelentes compañeros de montaña, no estaban al mismo nivel que Steck cuando se trataba de esta disciplina, pues su temporada en los Alpes le habÃa conferido una inmensa ventaja.
Sin embargo, las amistades son importantes, asà que formó cordada con el primero de ellos para tratar de escalar Sentinel en junio. Ambos estaban en buena forma fÃsica ya que habÃan entrenado en las colinas de Berkeley como “miembros fundadores del club de escalada ‘Berkeley tensión Climbersâ€� Running Club’â€�. Se prepararon para darlo todo en el ascenso, pero tuvieron que desistir de sus planes tan solo comenzando, luego de que una roca se desprendió y cortó una de sus cuerdas (el 23 de octubre de 1949 se generó un enorme desprendimiento de rocas justo por encima y a la derecha de Flying Butress; el material rocoso cayó sobre el tercer largo de la ruta, por lo que las cornisas y salientes quedaron repletas de restos de granito blanqueado a punto de caer.
¿Dónde estaba John Salathé en esa época? A pesar de que este habÃa explorado la pared norte del Sentinel junto a Nelson en 1948, no se mostró interesado en ella después de eso, sin importar que “los ángelesâ€� le habÃan guiado hacia ella. Tal vez le insistieron a finales de junio de 1950, pues aceptó volver cuando Steck se lo propuso. A pesar de que jamás habÃan escalado juntos salvo por algunos pegues en las rocas de Berkeley, sentÃa gran respeto hacia sus habilidades. La ruta de Arrow Chimney ya era de por sà legendaria. La mayorÃa de los miembros de la RCS se habÃan ido a la cordillera de la Sierra Nevada para el fin de semana del 4 de julio y Steck se estaba impacientando. Alguien iba que escalarla pronto, asà que, ¿por qué no él?

John Salathé en el tercer largo de Sentinel Rock durante su primer ascenso. 1950. Parque Nacional Yosemite, California. Foto: Allen Steck
Steck y Salathé condujeron hasta el valle de Yosemite en el viejo Ford T del herrero el jueves 29 de junio, comenzaron la ascensión el viernes en la mañana y alcanzaron la cima del Flying Buttress al final del sábado. Por delante los esperaba un territorio desconocido: la pared principal. Salathé dedicó más de diez horas de trabajo a este largo, en donde colocó seis chapas y muchos pitones. Finalmente, los dos pudieron pasar a través de una zona de adherencia y llegar a la chimenea —la Great Chimney�, que era la puerta de acceso hacia la cumbre. Sin embargo, esta siniestra fisura era tremendamente acampanada en su parte más baja y estrecha hasta el punto de la claustrofobia en la más alta. No iba a ser fácil.
Al mismo tiempo tuvieron que lidiar con un enemigo mucho más persistente: el calor. Más tarde el Valle se harÃa famoso en el mundo de los escaladores por sus veranos sofocantes, pero para 1950 nadie hablaba aún de este fenómeno. El calor casi nunca era un problema en un dÃa de escalada; se sufrÃa un rato y luego volvÃas al Camp 4 para tomar una cerveza. Sin embargo, en una ruta que tomara varios dÃas el calor podÃa llegar a ser muy irritante, como lo demostró la escalada de Sentinel. La fatiga y los calambres aparecÃan a menudo, ya que no se podÃa transportar la cantidad suficiente de agua para mantenerse hidratado en medio de tanto sudor. Un litro de agua al dÃa por persona se consideraba una cantidad adecuada hasta ese momento, especialmente en dÃas frescos de escaladas cortas. Sin embargo, la temperatura alcanzó los 40,5 °C ese fin de semana y para el tercer dÃa la cordada apenas habÃa completado la mitad del recorrido.
La pared se convirtió en un horno, y como las tÃpicas brisas de la tarde caracterÃsticas del valle nunca llegaron, era un horno sin ventilación. Como si las circunstancias no fuesen ya bastante malas, Steck podÃa mirar a los veraneantes disfrutando del agua en el rio Merced, casi 800 metros más abajo. Más tarde escribió: “si solo la gente allá abajo dejase de chapotear en el aguaâ€�. Salathé, ya con 55 años, permanecÃa estoico, pero su compañero sabÃa que él también estaba pasando un mal rato. “Mientras John estaba ahà parado sobre sus estribos y su martillo en posición sobre el buril, me miró y dijo: ‘¡Al, me gustarÃa tanto tomar tan solo un poco de jugo de naranja!’â€�.
Los dos escaladores eran cuidadosos al racionar sus suministros de agua, pero esto hacÃa que la comida no les resultase apetecible; Steck estimaba que, “haciendo un cálculoâ€�, cada uno ingirió alrededor de 220 gramos de alimento durante toda la ascensión. Salathé habÃa llevado consigo una lata grande llena de dátiles, su alimento favorito, sin embargo, él mismo la arrojó medio llena al fondo de la Great Chimney, donde los visitantes posteriores pudieron el metal oxidándose en el interior del oscuro laberinto por décadas.
El lunes en la mañana, al comienzo del cuarto dÃa, Steck se dio cuenta de que podÃan evitar la acampanada zona en el inferior de la chimenea a través de un túnel hacia el interior del Sentinel para luego escurrirse hacia la zona superior a lo largo de 30 metros esto representaba una lucha oscura y solitaria (muy pocos han elegido esta ruta, pues la zona exterior, por más difÃcil y expuesta que pareciera, resultaba mucho mejor que el recorrido interior). Salathé punteó el siguiente largo y eligió una ruta que pocos han repetido: una conveniente chimenea de oposición por la cual se podÃa ascender desde una piedra saliente. Esta chimenea terminaba tres metros más arriba, pero, casi al final, en la parte posterior, se estrechaba de forma abrupta, concluyendo en un agujero tan oscuro y reducido como la chimenea de una casa, que se extendÃa hasta perderse de vista. Salathé, quien tenÃa preparación como socorrista, naturalmente querÃa evitar a toda costa este aterrador obstáculo, al que luego le asignaron el nombre de El Estrecho (The Narrows), por lo que buscó la manera de avanzar hacia los lados para llegar a la cara lateral de la apertura. Las chimeneas, después de todo, siempre tienen bordes exteriores y en este caso se encontraban a tres metros de distancia. La chimenea se ensanchó inmediatamente y Salathé comenzó a colocar pitones bajo el techo y a pisar sobre cintas. Steck miró la hazaña con gran impresión desde la piedra en la que se encontraba asegurado. “Utilizando pitones en las que solo él podÃa confiar, colgando de forma casi horizontal, apenas pudo alcanzar el exterior de la chimenea. Pero la clave de todo fue la fisura que encontró para los pitones. ¡Logramos superar El Estrecho!â€�.

Largo Nro. 15 durante el primer ascenso de la cara norte de Sentinel Rock, más tarde llamada la ruta Steck-Salathé. Foto: John Salathé
Ya habÃan logrado dominar las mayores dificultades, pues las secciones superiores alternaban entre chimeneas más sencillas y grandes terrazas. Ahora, solo el calor podÃa derrotarlos. En cierto punto, Steck detectó “una pequeña gota de aguaâ€� emergiendo de una fisura musgosa. Más tarde escribió al respecto: “fue apenas suficiente para humedecerme los labios y la boca, pero aun asà fue una sensación maravillosaâ€�. Mientras se acercaban a la cima, ambos escaladores tenÃan la boca tan seca que a duras penas podÃan hablar. Para el amanecer del quinto dÃa, Steck trató de no mirar cuando Salathé colocó su dentadura postiza en una taza del Sierra Club, utilizando lo que le quedaba de agua para humedecerla y colocársela nuevamente. Eso fue en el mismo vivac en el que Steck, quien estaba muy agotado, no estuvo muy contento de oÃr cuando Salathé le dijo: “Allen, tú deberÃas escalar la Arrow Chimney; ¡eso sà que es escalar de verdadâ€�. El 4 de julio, a mediodÃa, alcanzaron por fin la cima y emprendieron asimismo el fácil trayecto de descenso hacia un arroyo que habÃa más abajo, al que Steck se lanzó completamente vestido.

Steck y Salathé junto a la van de este último en la ciudad de Slab City, California. Niland, California. Foto: Allen Steck
En su artÃculo titulado Ordeal by Piton, un sobresaliente texto publicado en el Sierra Club Bulletin, Steck se preguntó: “¿cuál es la razón, el incentivo, el motivo para todo esto?â€�, a lo que él mismo respondió: “es un concepto intangible y provocativo que dejaré que el mismo lector expliqueâ€�. No fue el primer escalador, ni mucho menos el último, en evadir el tratar de esclarecer la lógica de este peculiar deporte que es la escalada en roca. El artÃculo, si bien fue excelente, contuvo una frase que su autor ahora desearÃa no haber escrito jamás: â€�… mi segundo ascenso deberÃa ser mejor, si es que decido hacerloâ€�. Irónicamente, repitió esta ruta en otras cuatro ocasiones a lo largo de los siguientes cuarenta y cuatro años.

Steck hojea un álbum con fotos antiguas durante su visita a los archivos de Patagonia en 2017. Ventura, California. Foto: Kyle Sparks